miércoles, 19 de noviembre de 2008

El arte etrusco

La cultura etrusca influyó decisivamente en algunos aspectos del arte romano, como es el caso del urbanismo.
Si analizamos su arquitectura, los etruscos conocen el arco y la bóveda, aunque no los empleen con fines artísticos. Entre los edificios, destacan los templos y las tumbas.
Los Templos son similares a los griegos, aunque la parte superior es de madera y ladrillo. Su planta es rectangular y tiene un pórtico con cuatro columnas, tras las cuales están las tres puertas de acceso que llevan a una triple cella. El interior se decoraba con placas de cerámica y estuco. Aquí tenéis la foto de una reconstrucción.
La mayor parte de los restos etruscos se han encontrado en las tumbas. Existen necrópolis con túmulos de grandes y medianas dimensiones en los que se abren hipogeos y que incluyen una cámara funeraria en la que se pintan los distintos objetos de la vida cotidiana, así como los rituales y banquetes que se hacían durante el enterramiento. Aquí tenemos algunas fotos de la necrópolis de Cerveteri y de la de Tarquinia.
Dentro de la plástica etrusca, la pintura aparece, como hemos dicho, en las paredes de las tumbas. Representan escenas alegres para disipar la tristeza de la muerte.
Por su parte, la escultura es básicamente funeraria. Nos recuerda al estilo arcaico griego. Se realiza en terracota policromada y en bronce. El uso de piedra es muy escaso.
Con los etruscos, el retrato adquiere por primera vez anatomía como género por el culto a los difuntos. Primero se hacían mascarillas de cera en casa, y se colocaban en los recibidores. Con el tiempo se perfeccionará la técnica y se realizaran sarcófagos con el difunto solo o acompañado.
Aquí tenemos el famoso sarcófago de los esposos de Cerveteri.
Se trata de una terracota de pequeñas proporciones en las que se metían las cenizas del difunto.
La escultura etrusca fue evolucionando y perfeccionándose con el tiempo, como demuestran las pieza que se han encontrado en bronce. La obra maestra de la escultura etrusca es, sin duda, la Loba Capitolina, símbolo de Roma.


Otro ejemplo de su arte en bronce es la Quimera de Arezzo.

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